viernes, 25 de marzo de 2011

El peor día de una vida (Siempre podría ser peor)



El joven iba esa mañana caminando atrasado  a su trabajo, un colega que lo vio desde su auto le ofreció llevarlo. Llegó al trabajo cargando una mochila llena de implementos deportivos pues tenía planeado jugar un partido de fútbol después de la jornada. Como rutina a media mañana llamó a su madre, pero contestó su hermano menor quien le dijo que su madre estaba en el hospital debido a que había "sufrido un accidente" consistente en que ella caminaba por la calle y desde un colegio arrojaron una piedra que le llego en toda la cabeza, dejándola inconsciente tirada en la vía pública. El problema es que el joven  vivía a 500 kilómetros de distancia. Mientras su jefe le insistía en que terminara un informe para antes del mediodía, el joven atendió una llamada del banco, era su ejecutiva de cuentas informándole que él era responsable de una deuda de 1.200 dolares debido al mal (ignorante) uso que le dio a su tarjeta de crédito durante los últimos meses. Paga todo ahora y cierra la maldita tarjeta fue su instrucción conteniendo su lengua para no emitir improperios a la ejecutiva del banco.

Llegó el mediodía y se dirigió a la oficina de su jefe para entregarle el informe, el jefe puso el informe a un lado y le pidió que lo acompañara a la oficina de recursos humanos. Ilusamente el joven llegó a pensar que le otorgarían el aumento de sueldo que estuvo reclamando hace meses. Tranquilamente se sentó en la mesa esperando su aumento. En lugar de un incremento de salario recibió un sobre azul. Despedido injustamente por "necesidades de la empresa" ni siquiera tuvo ganas  de reclamar y se fue dignamente. Antes se preocupó de llamar al equipo de fútbol para informar que ese día no jugaría, pues ya no contaba con el estado de ánimo necesario.

Llegó al departamento de una octogenaria anciana que hace meses le arrendaba una pieza tan chica como una caja de fósforos. Cuando le contó que fue despedido de la empresa, la vieja le exigió que le pagara inmediatamente el arriendo pues temía que después nunca le pagara. Es más, la veterana paranoide, luego de pensar por una hora, volvió ahora para pedirle que mejor desalojara ese mismo día su casa pues temía que el joven se quedaría viviendo gratis como un ingrato allegado en el departamento. El joven sólo pidió un par de días para irse de ahí.

Buscando cambiar de ambiente llamó a la chica con que salía en ese momento. Una modelo de la que se sentía orgulloso de su belleza, pero no tanto de su superficialidad. Antes de que él pudiera contarle lo que le estaba ocurriendo, ella dijo sentirse muy enferma y que no sería posible reunirse durante ese día. 

El joven comenzaba a sentirse desesperado. Sólo quería comunicarse con otro ser humano, eran demasiadas cosas tóxicas en un solo día como para guardárselas solo. Salió a la calle, el cielo estaba pálidamente nublado, caminaba buscando donde arrendar alguna pieza cuando fue embargado por un terrible sentimiento de soledad, la angustia fue tan grande que a pesar de que no era su costumbre, entró a una iglesia, se arrodillo ante el altar y le pidió con toda su fe al todopoderoso para sentirse acompañado. 

Encontró una pocilga igual  de cara pero más grande cerca del centro de la ciudad. Arregló su mudanza para ese fin de semana. Después de ese trámite obligatorio nuevamente se encontró solo en el centro de la ciudad y la noche ya caía sobre él. Recordó que tenía un amigo, ese mismo que estaba perdiéndose poco a poco, debido a que descubrió el amor de una mujer que le encadenó el corazón. Claramente a esa altura el joven sabía que el no era parte de sus prioridades. Aún así, ya no tenía nada más que perder y lo llamó desde un teléfono público. Obviamente su amigo le dijo que esa noche se juntaría a pololear con su novia, pero que debía pasar de todas maneras por el centro, ofreciéndole reunirse por un rato. Fueron al bar de moda a beber unas cervezas. En realidad  el joven no buscaba más que poder desahogarse. Le contó a su amigo toda la mierda que le estaba ocurriendo, sintió que se confesaba con la persona correcta. Pero su amigo se tenía que ira ver a la novia. Bebían la última cerveza cuando inesperadamente apareció en el bar -compañada de otro tipo- la misma chica con quien el joven llevaba saliendo hace un mes, la misma que esa tarde le mintió diciendo que se encontraba muy enferma. La modelo lo miro sorprendida y fue hacia la barra para abrazarlo sensualmente, el joven que estaba mirándola hace rato, la rechazó sacándole las manos de sus hombros, a esa altura joven ya estaba tan encabronado con todo que mandarla al infierno de las modelos faranduleras no fue más que un acto reflejo. 

Joven salió dolido del local para ir a dejar a su amigo al paradero donde tomaría el bus rumbo a la casa de su novia. Se detuvo en una botillería y compró una botella de cerveza desechable y se la tomó mientras caminaba por la oscura calle hasta el departamento de la vieja loca. La solitaria calle se iluminó repentinamente por una silenciosa luz roja proveniente de la baliza de un patrulla de Carabineros de Chile quienes lo detuvieron por la falta de beber en la vía pública, intentaron hacerle un control de identidad y el joven se puso rebelde. Ya no le importaba nada, pues su frustración no daba para más. Los policías le golpearon las costillas y lo arrojaron dentro de la camioneta, llevándolo directo a la comisaría. En el lugar el joven exigió su derecho a una llamada telefónica y habló a la casa de su madre solamente para saber si se encontraba bien, cuando su hermano menor le decía que la mamá ya se recuperaba debió colgar el teléfono. Como un delincuente debió quitarse los cordones de los zapatos y entregar el cinturón y sus pertenencias. El calabozo estaba lleno de malacatosos que pretendían imponer la ley del más fuerte en el reducido cuarto de confinamiento. Sobreviviendo hasta el día siguiente debió pagar una multa al mismo policía que lo golpeó la noche anterior. 

Al salir de la comisaría el sol tímidamente aparecía no impidiendo que el frío gobernara. Mirando al cielo el joven pensó en todo lo que le había pasado, su querida madre enferma, sin trabajo, sin plata en el banco, sin mina, sin pieza, sin medio amigo pero al menos esa mañana pudo darse cuenta de que había recuperado su libertad.  

2 comentarios:

mareva mayo dijo...

Me gustó mucho el final. Es caro el precio de la libertad, pero merece la pena, llegar al lugar donde nada puede encerrarnos, tal vez porque no hay nada.

Anónimo dijo...

¡Buena compadre moncho!