viernes, 18 de marzo de 2011

La sopa de contre


En una sucia cocina de una derruida casucha ubicada en el campamento La callampa de una periférica comuna del sector extremo norte de Santiago de Chile, una humilde mujer cocina lo que encontró disponible: Una cebolla que comenzaba a descomponerse y dos zanahorias (que si no las preparaba ese día, se pudren).

Pero lo más importante relativo a los ingredientes que había en esa cocina,-donde el sol se colaba entre una tablas que no cubrían la pared- es que el Alcohólico padre de sus dos hijos (No se han casado y ella no tiene intención de hacerlo) llegó borracho ayer en la tarde con una bolsa de grandes tiendas, era una bolsa de color verde, desproporcionadamente grande para el exiguo contenido. El tipo se jactó de traer el alimento al hogar, argumentando que traía pollo crudo para cocinar en la casa. Siendo claro, traía los restos de un pollo que alguien desmenuzó, es decir, la parte central del cadáver del pollo. Si, las costillas, el culo y sin viseras.
Las sobras. No estaban las alas ni los muslos, la parte con menos carne del ave había sido aportada por el beodo integrante de la casa.

Después de agresivamente arrojar la bolsa que goteaba un líquido frente a la mujer que callada escuchaba, el tipo desapareció toda la noche sin volver aún a la casucha. El sol pega fuerte, no hay refrigerador. Hay que hacer algo con estos huesos de pollo, pensó la mujer.

Hizo fuego con tablas que estaban cubiertas de pintura e hirvió el agua en la única olla limpia que tenía. La cebolla y las dos zanahorias se perdían en tal cantidad de agua, echó el esqueleto de pollo que conservaba el cuero, cosa que evitaría la necesidad de aceite, que por cierto no había en esa casa. Agradeció el lujo de contar con un poco de sémola para espesar la sopa. Sal no había y dicen que cuando en una casa falta la sal, no hay abundancia. La mujer justificaba la falta de sal en la receta con que se disfrutaría mejor el sabor de las verduras.

La olla se sube, se chorrea ensuciándose aún más. El gato percibe el olor a alimento y mientras se saca las pulgas no despega sus inmensos ojos de la olla. Los dos hijos de la mujer han llegado también atraídos por el olor a alimento. La madre les anuncia que "van a comer pollo".

Después de haberse comido dos platos de sopa cada niño, la madre parte en dos el esqueleto cocido para que rescaten algo de carne de los afilados huesos del ave. Les dice que cuando terminen, el resto de los huesos se los den al gato. Les advierte que no hay pan antes que los pequeños niños le pidan.

Después de quince minutos el ritual termina, los niños salen saciados del hambre a jugar allá afuera, a un sitio erial lleno de polvo, abrazados por el sol, donde el tiempo pareciese pasar en cámara lenta, buscan entre la basura del vertedero a ver si tienen suerte esa tarde y encuentran algo de valor.

Mientras en la casucha, la mujer raspa la olla para limpiarla y agradece la "sopa de contre", pues se ha capeado el hambre por un día más.

2 comentarios:

mareva mayo dijo...

Un escrito duro y necesario.

Martín Saavedra dijo...

Terrible y real y a uno le queda un nudo inmenso en la garganta y una sensación de desconsuelo y vacio. Un golpe a la in-conciencia nuestra de cada día.